Responsabilidad de las y los psicoterapeutas en la destransición de personas trans
- Daniel Felipe Barrera Aguilera
- 1 ago 2022
- 15 Min. de lectura
Por Daniel Felipe Barrera Aguilera.
Psicólogo, máster en psicoterapia sistémico-relacional.
“Soy mujer y eso es todo, no necesito sentirme como nada para justificar el hecho de que a mi cuerpo femenino le gusta hacer, decir y pensar cosas que se supone que las mujeres no deben”. Testimonio anónimo.
El plantearse la pregunta por la responsabilidad de las y los psicoterapeutas en el acompañamiento que pueden hacer de los procesos de destransición de personas trans debe partir, a mi juicio, del reconocimiento de los retos que implica el pararse en un terreno poco explorado. En este sentido, cada paso que intente darse para transitar dentro de este debe ser pensado y reflexionado con cautela, consciencia y previsión. Al respecto, es relevante retomar el llamado de atención que hacen varios autores con respecto a que, si bien en la octava edición de los reportes de estándares de cuidado de la Asociación Profesional Mundial para la Salud Transgénero -WPATH, por sus siglas en inglés- se incluye una sección sobre la destransición; comparados con los protocolos de intervención existentes para trabajar con niños/as, adolescentes y adultos/as que desean transicionar, es nula la existencia de estos protocolos para trabajar con las personas que deciden desistir o destransicionar (Butler y Hutchinson, 2020; Gómes-Porras et al., 2020; Expósito-Campos, 2021). Hay muy poca investigación sobres sus vivencias todavía -en el contexto colombiano e internacional- y, por tanto, no hay orientaciones claras ni acuerdos entre los profesionales sobre las mejores maneras de acompañar terapéuticamente a esta población a pesar de que cada vez son más las personas que buscan ayuda para ello (González et al., 2016; Turban y Keuroghlian, 2018; Lane, 2019; Marchiano, 2020; Expósito-Campos, 2021), lo que demarca el relieve de la pregunta que abre este ensayo, pues se está en un momento clave para considerar, por un lado, qué factores deberían tenerse en cuenta dentro de la práctica clínica de los profesionales que trabajan con esta población y, especialmente, con la disforia de género; así como también cuáles son la necesidades y demandas a las que debe responder la futura investigación en este terreno.
Ahora bien, para iniciar es importante hacer una distinción entre aquellas personas que deciden desistir y aquellas que deciden destransicionar, pues las primeras son aquellas que refieren no persistir en su sentimiento de incongruencia de género y, por tanto, de disforia, antes de cualquier tipo de transición de género, ya sea esta social, legal o médica, en la mayoría de los casos. De hecho, en algunos casos también se desiste de la identidad transgénero. Por otro lado, las personas que destransicionan -algunos autores también hablan de retransicionar- son aquellas que, como parte de un proceso personal y único deciden detener y/o revertir parcial o total, temporal o permanentemente su identificación transexual o la transición de género por medios sociales, legales y/o médicos para reidentificarse con su sexo de nacimiento después de haber atravesado por una transición de género (Turban et al., 2018; Gómes-Porras et al., 2020; Expósito-Campos, 2021). Como se puede ver, son dos vivencias cualitativamente diferenciales y, aunque para propósitos conceptuales es importante esta diferenciación artificial, en la práctica la situación es mucho más compleja porque estos términos pueden llegar a solaparse en casos de desistencias transicionadas en la medida en que la transición sí contribuye a aliviar la disforia de género sentida.

En este orden de ideas, es importante considerar que no todos aquellos que desisten o destrasicionan llegan a necesitar de ayuda o apoyo psicoterapéutico, pues hay quienes experimentan sus identificaciones cambiantes como parte de un proceso de desarrollo saludable de su exploración de género; razón por la cual sería inapropiado asociar inequívocamente las destransiciones con el sentimiento de arrepentimiento, pues no siempre coinciden (Gómes-Porras et al., 2020; Butler y Hutchinson, 2020). No obstante, sí hay quienes siguen sintiendo malestar en relación con su identidad de género, lo que se ha denominado como disforia de género -malestar psicológico experimentado por la incongruencia entre el género experimentado y el género asignado por el sexo biológico de nacimiento-; y/o con respecto a las intervenciones que se realizaron cuando transicionaron (Steensma et al., 2011; Levine, 2017; Turban y Keuroghlian, 2018; Butler y Hutchinson, 2020).
Siendo así, al considerar los factores que deberían tenerse en cuenta en la atención psicoterapéutica de esta población hay algunas ideas que me parece importante plantear. En primer lugar, que es fundamental que el espacio psicoterapéutico se convierta en uno en el que se pueda hablar con libertad y apertura sobre los posibles sentimientos de ansiedad, vergüenza, arrepentimiento, malestar, miedo, entre otros, que puedan estar asociados con la experiencia de destransición y que, además, estén teniendo un impacto en la autoestima y autoimagen (González et al., 2016; Butler y Hutchinson, 2020; Expósito-Campos, 2021); ya que la validación y escucha empática de los mismos puede contribuir a la construcción de un clima terapéutico de proximidad y conexión emocional que es necesario para el abordaje, realmente terapéutico, de una vivencia tan compleja como esta (Ortiz, 2017). En segundo lugar y, de la mano al punto anterior, también considero importante que las/los psicoterapeutas estén atentas/os a identificar la presencia de posibles comorbilidades de problemas de salud mental que cursen de forma paralela a la vivencia ya de por sí compleja de la destransición y otros factores asociados a la confusión identitaria, pues varios estudios alertan sobre la presencia de cuadros depresivos, ansiosos o psicóticos en algunas de estas personas (Gómes-Porras et al., 2020; Pazos et al., 2020; Expósito-Campos, 2021).

En tercer lugar, considero central que el proceso psicoterapéutico contribuya a la exploración, comprensión y validación empática de los motivos personales para destransicionar, pues es esencial que las/los psicoterapeutas normalicen que las motivaciones y razones de las personas para hacerlo son múltiples, diversas y todas igualmente válidas; por lo que es muy importante que en la terapia misma se vaya deconstruyendo el patrón de unificar las experiencias bajo un mismo lente de interpretación. Diversos estudios refieren diversos motivos asociados a la destransición: unos que pueden involucrar decisiones propias (cambio en el sentimiento identitario, deseo reproductivo, angustia por los cambios corporales, psicopatología descompensada, consciencia de que la transición no alivia la disforia de género, encuentro de formas alternativas de lidiar con la disforia de género, remisión de la disforia de género por sí misma a lo largo del tiempo, reconciliación con la propia sexualidad); y otros decisiones limitadas por factores externos o forzadas (ambiente familiar/social hostil, acoso homofóbico, soledad, dificultades en las relaciones con pares, dificultades económicas, falta de cobertura de seguro médico, encarcelamiento, intolerancia a la terapia hormonal cruzada -THC- y otras dificultades médicas, tener dificultades para conseguir empleo) (Steensma et al., 2011; Gómes-Porras et al., 2020; Butler y Hutchinson, 2020; Marchiano, 2020; Espóxito, 2021).
Más allá de los múltiples motivos que pueden existir y convivir entre ellos, los y las psicoterapeutas deberían enfocar su trabajo en acompañar a las personas que destransicionan a profundizar en el entendimiento y exploración de su sentimiento de disforia de género y en el lugar que ha ocupado la transición en su historia vital junto con el lugar que ocupa, en el momento actual, la destransición por la que atraviesan. Lo anterior, implica facilitar los procesos de introspección y de amplificación del marco de inteligibilidad desde el cual los consultantes leen su experiencia vital con el fin de favorecer un sentido de integración y coherencia en su narrativa vital desde la co-construcción terapéutica de un relato vital alternativo, complejo y abarcador que permita conectar sus experiencias internas y los cambios que también trae la destransición a nivel interpersonal y social, lo cual, efectivamente, no es tarea sencilla (Ochoa de Alda, 1995; Ochoa de Alda y Gallarín, 2013; Moreno; 2014; Moreno, 2018). Además, habría que tener en cuenta el momento del ciclo vital por el que atraviesan las personas que acuden a terapia en búsqueda de apoyo por este motivo, ya que además de la destransición es muy probable que también estén atravesando por tareas transicionales de su ciclo vital personal que demandan cambios adaptativos de importante consideración terapéutica, sobre todo si se trata de adolescentes y adultos jóvenes en pleno proceso de construcción de su identidad (Ochoa de Alda, 1995; Pazos et al., 2020).
En cuarto lugar, es de destacar el trabajo que debería hacerse con el contexto relacional y social de las personas que consultan por estar en un proceso de destransición, ya que una de las labores fundamentales que podría implicar el proceso psicoterapéutico es acompañar a las personas a encontrar la mejor forma, para cada una de ellas, de comunicar y hacer pública su decisión de destransicionar a su familia, a sus amigos y a su contexto social (Expósito-Campos, 2021). Este puede ser un proceso complicado, sobre todo si se tiene en cuenta la discriminación social e institucional que se puede llegar a sufrir y la resistencia de ciertos sectores a reconocer la existencia de personas que destransicionan, tal vez, por el posible miedo de que su reconocimiento deslegitime las experiencias de las personas que sí persisten en su transición de género. El problema está en actuando así se invalida e invisibiliza la vivencia de quienes deciden destransicionar, complicando aún más su experiencia vital (Butler y Hutchinson, 2020; Expósito-Campos 2021). Lo dicho, pone de manifiesto la necesidad de abordar también la influencia de estos discursos en la vivencia particular de las personas que destransicionan, brindando en el espacio psicoterapéutico un lugar para visibilizarlos, analizarlos y estimar sus efectos a nivel personal y relacional, abriendo caminos para identificar formas posibles de respuesta y tomas de postura que favorezcan actuar en función de los propios valores y deseos de cambio y bienestar (Moreno, 2018).
Lo anterior, pone de manifiesto el valor de las intervenciones sistémicas en este sentido, pues la comprensión de la vivencia de las personas que destransicionan no en el vacío, sino en el contexto de los sistemas recíprocos de los que hacen parte y en el marco de sus relaciones significativas se vuelve una piedra angular del proceso psicoterapéutico (Ochoa de Alda, 1995; Moreno; 2014; Moreno, 2018). Desde este lente relacional-contextual, remitirse a las relaciones con familiares, amigos cercanos, apoyos comunitarios e instituciones se torna prioritario para favorecer los procesos de aceptación, reconocimiento y validación social de la nueva presentación identitaria de la persona en proceso de destransición. Lo anterior no es de extrañar pues, al igual que en los procesos de transición, en la destransición el apoyo de la familia y los amigos cercanos es crítico, por lo que fomentarlo desde intervenciones sistémicas se vuelve tarea necesaria (Gómes-Porras et al., 2020; Butler y Hutchinson, 2020). Otro de los apoyos que puede ser significativo en esta línea de ideas es la participación en terapias grupales que se conviertan en contextos de soporte que ayuden a reducir los sentimientos de soledad, discriminación e invalidación en pro del desarrollo de un sentimiento de pertenencia; la riqueza de dichos grupos podría verse aumentada por la participación de personas con expresiones diversas de su identidad de género, en un clima en el que toda estas manifestaciones sean aceptadas (Butler y Hutchinson, 2020).

En quinto lugar, considero que las y los psicoterapeutas tendrían la responsabilidad de acompañar la toma de decisiones de las personas que destransicionan desde una perspectiva fenomenológica, es decir, apreciando la experiencia de vida única de cada quien; lo que implica disponer el espacio y las herramientas psicoterapéuticas para que las personas que consultan se tomen el tiempo de tomar decisiones concienzudas, reflexionadas, bien informadas y beneficiosas para ellas mismas en el largo plazo. Lo anterior, implica brindar una psicoeducación transparente acerca de la posibilidad de destransicionar/retransicionar o revertir los cambios somáticos o administrativos conseguidos en cada caso; así como alentar la búsqueda de información y la exploración personal de diferentes maneras de entender el sexo, el género y la sexualidad; normalizando el hecho de que la identidad de género es compleja y muchas veces fluida (Levine, 2017; Turban et al., 2018; Butler y Hutchinson, 2020; Pazos et al., 2020; Expósito-Campos, 2021). Lo dicho, remite a la importante consideración sistémica del trabajo en red multidisciplinar en estos casos para brindar una atención integral, pues algunas investigaciones reportan las ventajas de que las personas que destransicionan puedan seguir acudiendo a los profesionales que los acompañaron en la transición para resolver sus dudas, tales como endocrinólogos/as, cirujanos/as, psiquiatras, psicólogos/as, entre otros; ya que de esta manera se puede garantizar que cada persona pueda explorar y decidir sobre su trayectoria vital contando con la mayor información posible y potenciando su autoconocimiento y autoestima (Butler y Hutchinson, 2020; Gómes-Porras et al., 2020; Pazos et al., 2020). A este respecto, Fontova (2006) puntualiza en que el trabajo en red sería más fructífero si se tiene a la persona como centro y se coordinan las distintas acciones de los profesionales para responder a las necesidades y aspiraciones de las personas que destransicionan desde el reconocimiento permanente de sus logros personales y el apoyo en la consecución de sus objetivos particulares.
Como un sexto punto, me gustaría detenerme en un aspecto que sería transversal a todos los anteriores y al proceso psicoterapéutico en sí mismo. Tiene que ver con la actitud que, a mi juicio, sería más terapéutica por parte de las y los psicoterapeutas en sus procesos de acompañamiento a esta población. Considero que como profesionales de la salud mental debemos mantener una comunicación abierta y fluida a lo largo de todo el proceso psicoterapéutico con el fin de promover que nuestros consultantes puedan expresarse libremente y estar abiertos al cambio. En el caso de las personas que destransicionan, se vuelve indispensable que las y los psicoterapeutas adopten una postura de no enjuiciamiento y de comprensión empática de su experiencia vital, brindándoles aceptación y soporte sin importar cómo evolucionen sus identidades de género (Turban y Keuroghlian, 2018; Expósito-Campos, 2021). Como se ha insinuado antes, destransicionar puede ser tanto o más complicado que transicionar debido a la falta de entendimiento y respaldo social y la carencia de respuestas y recursos para aquellas personas que deciden hacerlo (Steensma et al., 2011); por este motivo, recomendaría conducir las intervenciones psicoterapéuticas a través de un lenguaje despatologizante que abra posibilidades en lugar de limitarlas, de modo tal que como profesionales de la salud mental nos posicionemos como aliados apreciativos de nuestros consultantes y como co-editores de narrativas vitales alternativas que sean para ellos más satisfactorias e integrativas (González et al., 2016; Moreno, 2018). Como bien lo diría Rogers (2001), la autenticidad, la aceptación incondicional y la comprensión empática son aspectos innegociables de la actitud terapéutica para acompañar a estas personas en la búsqueda de sí mismas.
Lo anterior, lleva a pensar en una necesaria reflexión sobre la relación terapéutica que se construye y el imperativo de que esta sea segurizante, ya que puede convertirse en un factor protector frente a las presiones sociales negativas que tienen que enfrentar las personas que deciden destransicionar. Hay que tener en cuenta que muchas de estas personas pierden el soporte social que pudieron tener durante la transición de género, acrecentando sus sentimientos de soledad e impotencia; de ahí que para algunas de ellas el vínculo terapéutico pueda llegar a ser una fuente primaria de soporte y respaldo (Expósito-Campos, 2021). Siendo así, la construcción de una relación terapéutica segura se torna esencial, pues como bien lo sostienen autores como Ortiz (2017) se consigue un mejor ajuste en las/los consultantes cuando se sienten seguras/os, entendidas/os, aceptadas/os y respetadas/os por sus psicoterapeutas.

En suma, concuerdo con Expósito-Campos (2021) en que las personas que destransicionan necesitan de sus psicoterapeutas ser escuchadas y respaldadas consistentemente a lo largo de todo su proceso, de tal modo que, desde mi perspectiva, la ruta terapéutica debería encaminarse a descubrir, desde los significados y los recursos personales de cada quien, que la vida después de destransicionar puede ser vivible, significativa, satisfactoria y coherente con los propios valores y objetivos personales.
Por último, me parece importante retomar la cuestión sobre cuáles son la necesidades y demandas a las que debe responder la futura investigación en este terreno. Como punto de partida, las y los psicoterapeutas que asuman la responsabilidad de trabajar con esta población deben ir aprendiendo continuamente de su experiencia en el acompañamiento de personas con identidades de género diversas; así como asumir un compromiso político y social con los problemas psicosociales que están conectados a la diversidad sexual y de género, aceptando que algunas personas pueden cambiar sus expresiones e identidades de género múltiples veces. Se trata, entonces, de hacer un ejercicio psicoterapéutico situado en el contexto sociocultural particular de la actuación profesional (Butler y Hutchinson, 2020). En este sentido, es una responsabilidad añadida de las y los psicoterapeutas el trabajar por la sistematización y difusión de sus experiencias psicoterapéuticas, ya que esto puede redundar en la mejora progresiva de la atención que se brinda a las personas que destransicionan. Dicho de otro modo, tenemos también la responsabilidad de contribuir a la construcción social de conocimiento alrededor de estas vivencias de manera ética y comprometida para que cada vez se les pueda dar una mejor comprensión y abordaje.
Sabemos actualmente que la prevalencia de estas vivencias es desconocida y que probablemente está infravalorada. Además, como se mencionaba previamente, nos enfrentamos a la ausencia de guías clínicas para la atención de personas que deciden destransicionar, lo que pone sobre la mesa la necesidad prioritaria de desarrollarlas (Pazos et al., 2020; Expósito-Campos, 2021). Ahora bien, me parece relevante clarificar que el desarrollo de estos protocolos y guías de práctica clínica debe ser tomado con prudencia y como lo que representarían, simplemente guías de orientación que deberían ajustarse a cada caso concreto. En ningún escenario podrían tomarse como recetas mágicas, sino como directrices en continua construcción desde la sistematización de las experiencias y conocimientos emergentes de los procesos psicoterapéuticos con esta población. Con esto también se estaría contribuyendo a deconstruir los discursos que únicamente reconocen la medicalización como vía para atender los conflictos personales y sociales de las personas con identidades de género diversas o que, incluso, llegan a asegurar que las cirugías son la ‘única cura’ para la disforia de género (Pazos et al., 2020; Entwistle, 2020). Debido al carácter fluido y cambiante de las identidades de género, se vuelve fundamental que las investigaciones que se desarrollen alrededor de las trayectorias de desarrollo vital de las personas que destransicionan sean longitudinales y que, por tanto, se acompañen de frecuentes y continuos seguimientos que permitan verificar el ajuste individual de cada quien con su identidad de género. De este modo también se lograría mejorar la calidad de la atención brindada a esta población (Expósito-Campos, 2021).
El principal reto que se plantea para la investigación sobre este terreno tiene que ver con que, al igual que las personas que viven la experiencia de destransicionar se enfrentan a presiones y limitaciones sociales y contextuales, quienes deciden investigar y documentar estas vivencias también se enfrentan a un velo de censura que alimenta el vacío asistencial y legal existente. Los grupos transfobos han intentado valerse de las experiencias vitales de estas personas para invalidar tajantemente la experiencia transidentitaria; lo que es vivido por algunos activistas con temor porque puede representar una amenaza política para el reconocimiento de los derechos de las personas transgénero y con diversidad sexual. No obstante, a lo que se debe apuntar es a identificar que la existencia de personas que deciden destransicionar no invalida la existencia de quienes persisten en su transición de género y viceversa, por lo que la aceptación de sus experiencias vitales particulares no tendría por qué implicar la negación de los recursos de asistencia sanitaria, pública y especializada que se han puesto a disposición para las personas transgénero (Gómes-Porras et al., 2020; Pazos et al., 2020).
En definitiva, el recorrido hecho a lo largo de este texto nos demuestra que los procesos de destransición necesitan tanto apoyo como los procesos de transición de género en diferentes esferas: psicológica, social, médica, quirúrgica, legal, entre otras. Lo que a nivel psicológico y psicoterapéutico nos demanda considerar atentamente las necesidades emocionales, cognitivas y físicas de las personas que deciden destransicionar; así como sus experiencias y narrativas vitales para ser integradas en el desarrollo de comprensiones y conocimientos sobre la disforia de género más abarcadores y, en consecuencia, lograr mejoras en la práctica clínica con esta población. Nos encontramos en un momento en el que la investigación sobre la disforia de género debe ser amplia y comprensiva, por lo que sería valioso integrar las voces de las personas que han decidido destransicionar, las y los psicoterapeutas que trabajan con ellas, las personas con disforia de género que han renunciado a intervenciones médicas, las/los clínicas/os e investigadores/as con conocimientos y experiencias afines y, las/los familiares que apuestan por alternativas diferentes a las médicas para la transición de sus hijos o hijas menores en su mejor interés (Turban y Keuroghlian, 2018; Entwistle, 2020).
Referencias
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